jueves, 29 de abril de 2010

El Destino de Leonora (Una Historia Cruel)

Aquella rata nunca fue como las demás. Avergonzada de las faltas que se les supone, decidió separarse del sendero que le marcaba su instinto. Así, si había visitas no salía de su madriguera; jamás royó queso ajeno, ni hizo agujeros en las paredes de la casa, como otras solían. Además, se hizo bautizar y tomó por nombre el de Leonora, que le pareció sagaz a la vez que sencillo. Su quehacer diario consistía en hacer la compra, cocinar, y ducharse, para dar muestras de limpieza. Leonora era un ejemplo de amabilidad: cuando se cruzaba con algún habitante de la casa, se quitaba el sombrero; había renunciado a sonreír, porque sus dientes, deformes, daban apariencia de burla. Por último, se había propuesto no morder a niño alguno, por muy insoportable que fuese.
Pero tanto esfuerzo no sirvió de nada, y fue perseguida escoba en mano durante un par de minutos, hasta fallecer justo en la entrada a su hogar. Sólo porque, pese al buen olor y cortesía, era una rata.

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