-Derramé sobre ella agua, vino, arena y barro. Pero la llama, aunque tenue, aún sigue encendida, dejando una nubecilla de amor y un aroma de indiferencia.
-¿Y por qué no se apaga?
-Tal vez deba lucir por toda la eternidad- declaré con un suspiro.
domingo, 24 de octubre de 2010
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