sábado, 24 de noviembre de 2012

El Testigo

-¡Este es mi testigo!

El acusado muestra a un hombre entre el público, que mira extrañado.

-Acérquese- dice el juez.
-¿Me lo dice a mí?
-Sí, a usted.

El hombre, asustado, se acerca.

-¿Cómo se llama?
-Benicio Alvalle Parrilla.
-¿Puede mostrar su documento de identidad?

Benicio revisa sus bolsillos, de donde caen unas monedas. Al fin logra sacar el documento.

-¿Desde cuando conoce al acusado?

Benicio está tan nervioso que no sabe qué responder. El juez, impaciente, repite la pregunta. Benicio mira al joven acusado. Éste le sonríe y le susurra en voz baja.

-Se refiere a la cifra en minutos.
-¿En minutos?
-Sí. En minutos.
-Quince- dice al fin Benicio.
-De acuerdo- repite el juez entre dientes- Quince años, sorprendente- y añade en voz alta- Prosigamos. Durante todo este tiempo, me figuro, algunas veces habrá visto al acusado, y otras veces no.
-¡Oh, no!- dice Benicio- Lo he visto siempre.
-¿Cómo dice? ¿Siempre?
-Sí. Cada minuto.
-¡Oh, vaya, ese dato es revelador! ¿Dice usted que le ha visto a cada minuto?- Benicio asiente- Entonces- añade el juez escupiendo al hablar- ¿vio cómo transgredía la ley, motivo por el cual hoy le juzgamos?
-No, señor.
-¡Vaya, vaya! ¿Está seguro de lo que dice?
-Sí, señor.
-Usted ¿qué es? ¿Su cómplice?
-¿Eh?

Indignado y temeroso, Benicio es incapaz de añadir nada más.

-Si fuera mi cómplice- irrumpe el acusado- no podría ser mi testigo.
-¿Qué quiere decir?
-Y como es mi testigo, entonces...
-Entonces ¿qué?
-No puede ser mi cómplice.

El juez reflexiona. Mira a Benicio, que suda y resopla.

-Sí. Eso es obvio- dice al fin el juez. Y benicio cae al suelo, agotado.

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