jueves, 4 de marzo de 2010

Los Escritores. Relato Breve.

Al otro lado del pasillo, sentados en cajas de madera y anotando cuidadosamente cada uno de sus pensamientos se encontraban no menos de un centenar de hombres.

- ¿Quiénes son estos? – Pregunté.
- Gente sin importancia. Los escritores.

Con escasa luz y manos temblorosas algunos daban final a sus creaciones mientras otros estaban comenzando. De vez en cuando alguno miraba descaradamente lo que hacía otro, y luego resoplaba y seguía con su obra.

- ¿Por qué están tan juntos? ¿Acaso no hay espacio para ellos en esta tierra?- pregunté.
- ¿Dónde les íbamos a meter? Son inútiles para la sociedad. Pasan las horas anotando y anotando. Su fe es criticar. No hay día en que no protesten contra algún aspecto en esta sociedad en que vivimos. Como comprenderá esa no es una actitud adecuada. Admito que en otro tiempo el hombre podía aspirar a mejorar la convivencia y el modo de actuar en el mundo, pero eso hoy en día son zarandajas. El mundo está bien como está, y nadie desea cambiarlo. Salvo estos soñadores. Por eso están aquí: para que no infecten sus ideas a los demás. En cualquier caso les hacemos creer que nos interesa lo que escriben, incluso les damos un premio de vez en cuando. Así todos somos felices: ellos pensando en lo influyentes que son y nosotros al pensar que sólo son hombres que anotan tonterías. ¿Me comprende?
- Ellos creen que son importantes.
- Sí.
- ¿Y por qué no les sacan de su error?
- No nos conviene. Cuando uno de ellos piensa que es el más importante trata de que los otros no lleguen a su altura. Observe, por ejemplo, a aquel que lleva el abrigo rojo. Anteayer le dimos el premio nacional de novela. Tenía que haberle visto al recibirlo ¡qué de melindres y muecas! Se creía poderoso. Por eso ayer, al ver que el que tiene a su izquierda estaba escribiendo algo importante le quitó en un descuido la caja de madera e hizo que se sentase en el suelo para que le costase más escribir. Así terminará más tarde su obra.
- Sí que tiene una caja.
- Desde esta mañana. Nos interesa que se lleven mal entre ellos, pero no que nos acusen de encubrir sus malicias, por eso se la dimos.
- Comprendo.
- ¿Qué le parece el lugar?
- No me agrada demasiado. Pero si este es mi sitio...
- Sí.
- ¿No me puede dar un asiento junto a la ventana?
- No puedo. Me acusarían de favoritismo.
- Entiendo.

Di un codazo por aquí, otro por allá y conseguí colocarme sobre una caja vacía. Todos me miraron con sorpresa, y a alguno oí que ya estaban suficiente apretados para que llegase otro nuevo, pero al instante siguieron con sus creaciones. Yo saqué unas cuartillas y comencé a escribir. El que estaba a mi derecha leyó las primeras frases y dijo:

- Eso no vale nada.

El que estaba a su diestra observó:

- Lo tuyo tampoco.

Y así fueron hablando, uno por uno, todos los que se encontraban en la mesa. Mientras, yo suspiraba por lograr un hueco junto a la ventana...

3 comentarios:

  1. Excelente reflexión sobre el oficio de esperar. Que tristeza que la ofensa y la humillación repten entre las cajas de los que allí se sientan.

    Fernando Q. Luna

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  2. Para semejante conclusión, el texto me parece demasiado largo. El final es un poco predecible pero aùn asì, es màs impactante que el inicio.

    La idea, expresada en menos caracteres, tendrìa màs fuerza y precisiòn, pues no distraerìa al lector de la conclusiòn fianl.

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  3. Muchas gracias a los dos por los comentarios. Sekas: este cuento es una excepcion en el blog, porque es el unico texto que no es actual, fue escrito hace seis años. Si lo escribiera de nuevo seria, efectivamente, mas corto.

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