miércoles, 20 de abril de 2011

La Noia (Fragmento)

Sergio.- Observa este vaso, lo voy a colocar al borde de la mesa. Dentro de unos instantes lo lanzaré al suelo. Haré un esfuerzo, aun cuando no creo en dios, y le pediré que el vaso se rompa. Tú, que sí crees, le pedirás que el vaso quede intacto, para no tener que recoger los restos.
Rosa.- (Deja los libros) ¿Y eso qué prueba?
Sergio.- Tal vez, nada. Pero en el momento de caer, puesto que hemos pedido cosas opuestas, la divinidad sólo puede satisfacer a uno de los dos. Y será a ti, que eres creyente. Pero ¿y si el vaso se partiese, como deseo yo? ¿Sería posible que dios te ignorase e hiciese caso a un ateo?
Rosa.- La prueba es absurda. Desde esa altura el vaso se va a romper en pedazos. Es cuestión de física, no de fe.
Sergio.- Puede ser... En ese caso, seré yo el que pida que no se quiebre. ¿Te parece bien? (Rosa asiente) Voy a lanzar el vaso (lo coloca justo en el extremo de la mesa) Toda la metafísica del mundo está resumida en este acto. Si el vaso se rompe, como es lógico que ocurra, tú ganarás y, quién sabe, tal vez me convierta en sacerdote y vaya por el mundo cantando mis alabanzas al señor. Pero si no se rompe... entonces, dios se habría olvidado de ti, para darme a mí la razón, a aquel que le niega por encima de todas las cosas. Pero dios no haría eso, ¿no?, jamás ayudaría a un ateo. Por tanto, si gano, es que dios no existe. (según ha ido hablando ha rodeado la mesa y se encuentra inclinado ante Rosa, a la que coge de las manos)
Rosa.- Usted sólo habla. Desde que he llegado no ha hecho nada más que escupir palabras sin sentido. ¿No tiene otra cosa que hacer?
Sergio.- Pues no. Me gusta hablar. Aunque sea conmigo mismo. Te sorprendería saber toda la actividad que tiene mi cerebro.
Rosa.- Usted es... muy extraño.
Sergio.- ¿Raro? Tal vez. Mi vida está sometida al conocimiento. Todo lo que hago se podría resumir en dos palabras: necesito saber. Y el saber me consume.
Rosa.- ¿Y no es mejor vivir ignorándolo todo?
Sergio.- Tal vez, pero no puedo. Me dedico a inventar preguntas para poder cuestionarme las respuestas. Es entretenido, aunque a veces triste.
Rosa.- Como esta historia del vaso y dios.
Sergio.- ¿Por qué? (vuelve hacia la mesa, actúa como un payaso) No es triste. Aquí está el vaso, ahí el suelo, dios entre ambos, pues para eso decís que está en todas partes. El vaso debería romperse (lo empuja un poco más) pero tal vez no lo haga. La humanidad está pendiente de este instante (otro toque al vaso) aún no cae, parece que a dios no le gusta este juego, y no quiere ver su final. ¿Qué ocurriría si él lo levantase en el aire? ¿Qué opinas?
Rosa.- No lo  hará.
Sergio.- ¿Y si lo hiciera? Eso sería un milagro. En ese caso yo debería andar a cuatro patas durante cuatro años, como penitencia. Veamos, que llega el momento... la respuesta es...
(Lanza el vaso, que cae y no se rompe. Rosa lo mira con angustia, después observa la cara de Sergio. Éste ríe abiertamente)
Sergio.- Venció el ateo.
Rosa.- (con rabia) Esto no prueba nada.

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