sábado, 20 de abril de 2013
Con los Ojos Cerrados. Microrrelato
Ayer me levanté con los ojos cerrados. Llegué sin esfuerzo hasta la cocina y me preparé un café. Al volver al salón tropecé con una caja, el aspirador y la mopa del polvo. Me propuse limpiar de una vez el suelo, pero lo olvidé a la media hora. Cuando mi mujer me vio con los ojos cerrados creyó que me había quedado ciego y se puso a gritar. Pero no, simplemente no los había abierto, que es muy distinto. Entonces entre ella y mi hijo comenzaron a hacer suposiciones. Tal vez, decía uno, me daba tanta lástima la realidad que prefería no verla; también es posible, replicaba la otra, que una ceguera inesperada me impidiese abrirlos. Intenté explicar que ambos erraban, pero me echaron porque no les dejaba pensar. Salí a la calle. Tropecé con una farola, un bordillo y caí a una zanja a medio tapar. Allí, tumbado, oí cómo se lamentaba el jefe de obra porque tendrían que echar el cemento de nuevo. Me agarraron entre dos y me sacaron al paseo. Crucé por alguna parte y pisé algo que parecían huevos, pero más pequeño y delicado. Con cemento en la chaqueta seguí camino adelante, hasta que supuse que nunca más podría volver a mi casa, salvo que abriera de nuevo los ojos. Pero no recordaba cómo se hacía y tampoco el nombre de mi calle. No importa. Encontré esta mañana otra mujer y otro hijo que lo quieren ser míos, y cuya única condición es que no abra jamás los ojos. Y cuando les pregunto ¿cómo voy a abrirlos? ¿Acaso hay alguna forma? Ellos deniegan. Creen que me confunden, pero yo sé que los abren, y que prefieren no explicarme su método.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¡Qué bonito!¿Y por qué no quiere abrir los ojos? Yo pienso que por hacer algo diferente a ver qué tal, ¿no? (Eli)
ResponderEliminarPues es una posibilidad, Eli. :)
ResponderEliminar