Cantas en mis oídos,
bailas la danza de mi destino,
repites frases que yo no he dicho
entre rojizas hojas de espinos,
y, cuando caigo, nunca es contigo.
Tienes ojos de fuego,
que encienden, presto, en mí el deseo,
siempre te sigo como un enfermo,
siempre a tu lado, y no te tengo,
porque en tus brazos nunca me encuentro.
Eres la luz que da la tierra,
mezcla de barro, de sangre y piedra,
mi desaliento y mi condena,
el mecanismo que me da cuerda,
es que te quiero aunque no quiera.
Estás hecha de viento,
de la belleza que dan los sueños,
de madrugadas, y de desvelos,
de ilusiones y de recuerdos,
de mil sonrisas, caricias, besos...
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