Hoy, al fin, lo he comprendido:
te quiero más que a mí mismo,
más que a mis sueños perdidos,
más que a la tierra y el trigo.
Contra este amor me rebelo
porque no recibe el eco:
no es un amor verdadero
aquel que vive sin dueño.
Porque te miro y sollozo,
porque repito, cual loro,
palabras que sólo un tonto
expresa de lo más hondo.
Te siento como a ninguna,
me entrego a ti sin usura,
pero tú no tienes dudas:
tu corazón no se inmuta.
Ésta es mi carta, con pena
esperaré la respuesta.
Envíala a la taberna,
que estoy bebiendo tristeza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario