La acción transcurre en la calle. Hay una figura de mujer en
el escenario cubierta por una tela blanca. Entra el duende, ligero, cantando.
DUENDE.- La ley eterna, de la, de la naturaleza, no me
podrá, no me podrá, doblegar (Corre por el escenario y está a punto de chocar
con la figura) Señora, usted disculpe. (Se acerca) ¡Oh, vaya, es una estatua!
De alguna princesa antigua debe de ser (Lee) Pues no, “Homenaje... homenaje a
Soledad Sánchez Solá”. Pues vaya, y sí que está sola. (Piensa con picardía y
chasquea los dedos, la figura cambia de posición) ¡Ay, ahora sí que tienes
vida, chiquilla! (Baila con la mujer en círculo. Al acabar quita de un golpe la
tela y aparece la mujer. El duende, indiferente a ella, se coloca la tela sobre
la cabeza) Ahora soy visible, ahora invisible. He doblegado yo a la eterna ley
de la naturaleza. Veamos, por ejemplo, cómo me ven los demás. Perdona, tú que
me ves ¿qué es lo que ves?
CHICA.- ¿Me preguntas
a mí?
DUENDE.- Claro, muchacha, a quién le voy a preguntar que
tenga unos ojos tan negros, unos labios tan suaves y una boca tan... tan...
tanto da, que no es de ti de quien quiero hablar. Dime, ¿cómo me ves? (La mujer
no lo entiende) Es decir, me ves por completo ¿no? (Ella asiente) ¿Y ahora? (Se
coloca el saco sobre la cabeza y avanza con las manos por delante) ¿Y ahora?
Ahora no dices nada ¿nada tienes que decir? ¿Soy o no soy un ser diminuto, sin
cabeza y sin vida? (Se quita el saco) Pero di algo, ¿por qué no dices nada?
CHICA.- ¿Quién eres?
DUENDE.- La ceniza de un payaso soplada por un marinero ¿Te
gusta el agua?
CHICA.- ¿En forma de lluvia? ¿En forma de nieve? ¿De hielo?
¿De escarcha?
DUENDE.- Yo tengo que saberlo todo ¿Amas a alguien? ¿Tienes
el corazón vacío? ¿Y los riñones? ¿Tienes vacíos los riñones? Yo con un pulmón
me conformo, el derecho si puede ser.
CHICA.- ¿Para qué quieres un pulmón?
DUENDE.- Para jugar con sus huellas ¿Sabes volar? ¿No? ¿No
sabes volar? ¿Ni siquiera con el pensamiento? Yo podría ayudarte. Si chasqueo
los dedos cualquier cosa que desee se cumplirá.
Chica.- ¿Sí?
DUENDE.- Sí, pero no vale la pena, casi nunca chasqueo los
dedos.
Chica.- ¿Podrías hacer algo por mí?
DUENDE.- Hacer o no hacer, no entiendo la diferencia. No
conozco a nadie por quién valga la pena hacer algo.
CHICA.- Eso es muy triste.
DUENDE.- (Sorprendido) ¿Triste? La niebla es triste, ¿y
quién se queja?
CHICA.- Los amargados.
DUENDE.- ¿Tú estás amargada? Espera cien años, y me
respondes.
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