Tosió tres veces. Cerró los ojos y, sorprendido, volvió a abrirlos. Todo era un inmenso círculo a su alrededor: la mesa, los cuadros, la ventana y aquella copa borracha, que balanceaba delante de su vista. El champán subía, bajaba, se estremecía en su interior y se expandía burbujeante, feliz. El aroma subía, invisible, hasta penetrar, salvaje, por las fosas nasales de aquella mujer rubia que lo miraba sonriendo.
¿Te acuerdas?- decía ella- en una noche como esta, primera del año, comenzamos a vivir juntos ¿Te acuerdas? En un lugar como este compartimos los sueños, las miradas, las sonrisas, la luz y su obscuridad ¿Te acuerdas, eh, te acuerdas? El mundo giraba debajo de nuestros pies y nosotros reíamos y cantábamos, como habían hecho los primeros habitantes de este planeta ¿es que no te acuerdas? Éramos felices. Teníamos juventud y belleza ¿verdad? Aún lo ignorábamos todo, pero creíamos que nada nos quedaba oculto ¿te acuerdas? Conocimos el latido salvaje de nuestros corazones tras el primer beso del día, el ruido de la lluvia cayendo sobre la ciudad, la melancólica sombra del atardecer, el ritmo impetuoso de nuestros cuerpos, el miedo a la marchita soledad... ¿es que no te acuerdas? Y después te marchaste, dejándome sola, abandonada ante los ojos del mundo, al que no supe qué decir, pues ¿no eras tú mi vida entera? ¿por qué te habías alejado, en lugar de fundirte una vez más en mi cuerpo, que tanto esperaba? Aún pregunto, escucha esto, pregunto por qué te equivocaste, por qué dejaste a la persona que más te podía amar en este mundo, eh, por qué lo hiciste, eh, ¡responde! Pero no, da igual, te perdono, por eso estoy aquí, para celebrar esta noche contigo, para explicarte que nunca te he olvidado, para recordarte que, desde entonces, allá donde fuiste te seguí. Sí, te observé de lejos, pude ver cómo hacías el ridículo con todas esas mujeres a las que contabas tus ilusiones y tus frustraciones, todo a la vez, y si bien es cierto que a veces triunfabas, ninguna te dio lo que habías rechazado en mí. Porque sé que me buscaste en todas, no podía ser de otro modo. Por eso mismo me esquivas, no quieres admitir que dejé un hueco enorme, inmenso, ¡infinito! Cuando me has visto me has tratado mal, por venganza, porque no soportas mi ausencia y te angustia verme disfrutando de la vida. Y también porque quisieras lanzarte a mis brazos, pedirme perdón y rogarme que olvide lo que ocurrió y vuelva a tu lado ¡Deseabas volver a mí, y no tuviste valor de decirlo! Siempre supe que eras un cobarde, pero no importa, hoy es el día elegido, hoy volveremos a ser lo que fuimos, sin rencores ni dolor; brindemos y pasemos juntos el resto de la eternidad. Sí, juntos... esta noche es especial, ¿no te parece? Todos quieren celebrar que son un año más viejos, que la muerte acecha ¿no es así? Escucha, no... aún es pronto, pero dentro de unos minutos sonarán campanas ¡campanas! Las mismas que suenan después de la muerte, solemnes, atronadoras, afinadas por el dolor... Porque otros mueren debemos de vivir nosotros, y amarnos como nos hemos amado. Debemos, sí, debemos salir a la superficie como las burbujas de esta bebida, y fundirnos en un único ser, como antaño hicimos.
Calló y sonrió de nuevo, tenía los ojos extraviados, sumergidos en un dolor que no llegaba a comprender. Esperó sonriendo casi un minuto, y luego, furiosa, cambió la cara.
¿Qué ocurre?- dijo- ¿por qué no me abrazas? Ya te he dicho que no albergo rencor, no hay hiel en mis palabras, aunque te parezcan crueles; el amor que te ofrezco es natural, porque eres el hombre de mi vida, siempre lo he sabido. Eres... oh, el contacto de tu aliento, escucha, sólo el contacto de tu aliento me estremece, me golpea, y me hace olvidar quién soy y qué hago aquí. Acércate, coloca en mí tus manos y bésame, sí, bésame como si nada hubiera pasado, como si los meses transcurridos fuesen minutos ¡bésame, te ordeno! Aplasta tus labios en mí, y que luego llegue lo que tenga que ser, porque esta noche me siento abandonada en ti, hace tanto tiempo que aguardaba este momento que llegué a temer que nunca llegaría. Ésta es la hora, bésame fuerte. Después nos fundiremos en un gozo infinito... ¿qué ocurre? ¿Por qué no te acercas? ¿Por qué ocultas el rostro entre los brazos? ¿Por qué sollozas si hoy es el día de nuestra felicidad? No entiendo... espera ¿no oyes? ¡Escucha! Esos ruidos, esa algazara, sí, ya han sonado las campanadas, enhorabuena, mi amor, ¡ha comenzado el nuevo año!
viernes, 25 de diciembre de 2009
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