Mario.- ¿Quieres que te ayude?
Carmen.- No, no, vuelve con tu mujer.
Mario.- ¡Carmen!
Carmen.- Mario, te espera tu esposa.
Mario.- Está reposando ¿Te ayudo con las verduras?
Carmen.- Regresa con ella.
Mario.- A ella la tendré toda la vida. A ti tan sólo hoy.
Carmen.- (Repite inconscientemente) Sólo hoy.
Mario.- ¿Te importa si fumo? Bueno, ¡qué te va a importar! Siempre fumaba en la cocina.
Carmen.- Haz lo que quieras.
Mario.- (Saca el tabaco de liar, duda) ¿Qué quieres que haga?
Carmen.- Saca la lechuga del frigorífico. Está en la bandeja de abajo.
Mario.- Ya tengo la lechuga ¿qué hago con ella?
Carmen.- Ponla sobre un plato.
Mario.- Nos casamos hace cuatro meses. Quería que fueras la primera persona en saberlo, porque... porque siempre estuviste pendiente de mí.
Carmen.- Cenamos y os marcháis.
Mario.- Has hecho tanto, que siempre te estaré agradecido.
Carmen.- Mejor no hablamos de esto, ¿te importa?
Mario.- No creerías cuántas veces cogí el teléfono, pero nunca tuve el valor de llamar. No era algo que pudiera contarse a distancia. Después todo ocurrió deprisa. El niño...
Carmen.- ¿No querías tener un niño?
Mario.- ¡Nadie dice por teléfono: voy a ser padre!
Carmen.- Imagino que no.
Mario.- Entonces decidí venir, solo. Te lo juro ¡Solo! Matilde se empeñó. Quería conocerte, porque te admiraba a través de mis ojos. ¿Has oído? ¡Mi mujer te admira!
Carmen mira con tristeza a Mario. Matilde trata de escuchar.
Carmen.- La lechuga.
Mario.- ¿Qué quieres que haga con la lechuga?
Carmen.- Busca un cuchillo y la abres. Después le arrancas el corazón.
viernes, 18 de abril de 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)