martes, 5 de febrero de 2013

Para el Perro (Microrrelato)

Con la boca amortajada de vino recogió del aire un poema nuevo. Lo pesó, lo levantó sobre su cabeza, lo aplastó contra el vientre, hasta hacerlo plano, y lo devoró, para vomitarlo en curvas sinusoides sobre líneas rectas. Había nacido la obra. Pero solo, olvidado, en una vejez de sueños que lo mutilaba, no tuvo a quién dar a leer, sino su perro, tan fiel, desordenado y precioso. Leyó su pañuelo de letras mientras el perro cosía el aire a puntadas de cola y babas. Las palabras caían sobre el hocico, y allí resbalaban hasta la lengua, que las chupaba. Dos lametones postreros, en ambas manos, confirmaron que, en efecto, el poema era bueno.