miércoles, 30 de mayo de 2012

¡Caramelo!


En otra ocasión hubiera dicho "mesa" pero le salió "caramelo". No era consciente. Simplemente sus labios no lograban decir lo que deseaba.

-Quería un caramelo- repitió. Y el vendedor no supo qué contestar.
-¿Un caramelo?
-Un caramelo de madera, con cuatro patas de madera y una base de madera, firme y cómoda, para comer.
-Quiere decir una mesa.
-Eso es. Un caramelo.
-¿Una mesa o un caramelo?
-Un caramelo de cuatro patas, ya se lo he dicho.

El vendedor, confuso, llamó a un superior.

-¿Qué ocurre?
-No lo sé. Pide cosas confusas.
-Yo le atenderé- dijo el superior, y añadió con sorna- Observe y aprenda ¿Qué desea?
-Un caramelo.
-De acuerdo. Un caramelo. ¿Ha visto alguno que le guste?
-Este de aquí. ¿Cuántos caramelos cuesta?
-Mil ciento cincuenta.
-Son muchos caramelos ¿no?
-Tenga en cuenta- replicó el superior- que se trata de un caramelo de muchos sabores.
-No entiendo lo que dice.
-Tampoco yo, pero le contesto.

El comprador, que era incapaz de pensar en otra palabra, comenzó a repetir.

-Caramelo, caramelo, caramelo...

Y el superior, con una mueca de burla, respondía:

-Cara melón, cara melón, cara melón.
-Caramelo. Caramelo. Caramelo.

Continuaba el comprador, mientras se embrutecía de tal modo que soltó un puñetazo sobre la nariz del susperior y lo tumbó en el suelo.
Diez días más tarde, ya ante el juez, sólo pudo decir "caramelo". Palabra que repitió, según comentarios de un testigo, ciento cincuenta y ocho veces. Al fin, el juez, harto del vocablo en cuestión, le amenazó con tantos años de cárcel como veces repitiera esa palabra ante él. El hombre, asustado, recuperó la lengua.

-¡Mesa! Eso quería decir: Mesa. ¡Mesa! Y solamente mesa. No caramelo, sino mesa.

Y quedó en libertad, después de un año.

domingo, 6 de mayo de 2012

El Duende de las Arenas 1 (Teatro Breve)


La acción transcurre en la calle. Hay una figura de mujer en el escenario cubierta por una tela blanca. Entra el duende, ligero, cantando.

DUENDE.- La ley eterna, de la, de la naturaleza, no me podrá, no me podrá, doblegar (Corre por el escenario y está a punto de chocar con la figura) Señora, usted disculpe. (Se acerca) ¡Oh, vaya, es una estatua! De alguna princesa antigua debe de ser (Lee) Pues no, “Homenaje... homenaje a Soledad Sánchez Solá”. Pues vaya, y sí que está sola. (Piensa con picardía y chasquea los dedos, la figura cambia de posición) ¡Ay, ahora sí que tienes vida, chiquilla! (Baila con la mujer en círculo. Al acabar quita de un golpe la tela y aparece la mujer. El duende, indiferente a ella, se coloca la tela sobre la cabeza) Ahora soy visible, ahora invisible. He doblegado yo a la eterna ley de la naturaleza. Veamos, por ejemplo, cómo me ven los demás. Perdona, tú que me ves ¿qué es lo que ves?
 CHICA.- ¿Me preguntas a mí?
DUENDE.- Claro, muchacha, a quién le voy a preguntar que tenga unos ojos tan negros, unos labios tan suaves y una boca tan... tan... tanto da, que no es de ti de quien quiero hablar. Dime, ¿cómo me ves? (La mujer no lo entiende) Es decir, me ves por completo ¿no? (Ella asiente) ¿Y ahora? (Se coloca el saco sobre la cabeza y avanza con las manos por delante) ¿Y ahora? Ahora no dices nada ¿nada tienes que decir? ¿Soy o no soy un ser diminuto, sin cabeza y sin vida? (Se quita el saco) Pero di algo, ¿por qué no dices nada?
CHICA.- ¿Quién eres?
DUENDE.- La ceniza de un payaso soplada por un marinero ¿Te gusta el agua?
CHICA.- ¿En forma de lluvia? ¿En forma de nieve? ¿De hielo? ¿De escarcha?
DUENDE.- Yo tengo que saberlo todo ¿Amas a alguien? ¿Tienes el corazón vacío? ¿Y los riñones? ¿Tienes vacíos los riñones? Yo con un pulmón me conformo, el derecho si puede ser.
CHICA.- ¿Para qué quieres un pulmón?
DUENDE.- Para jugar con sus huellas ¿Sabes volar? ¿No? ¿No sabes volar? ¿Ni siquiera con el pensamiento? Yo podría ayudarte. Si chasqueo los dedos cualquier cosa que desee se cumplirá.
Chica.- ¿Sí?
DUENDE.- Sí, pero no vale la pena, casi nunca chasqueo los dedos.
Chica.- ¿Podrías hacer algo por mí?
DUENDE.- Hacer o no hacer, no entiendo la diferencia. No conozco a nadie por quién valga la pena hacer algo.
CHICA.- Eso es muy triste.
DUENDE.- (Sorprendido) ¿Triste? La niebla es triste, ¿y quién se queja?
CHICA.- Los amargados.
DUENDE.- ¿Tú estás amargada? Espera cien años, y me respondes.