jueves, 24 de febrero de 2011

Ladraria. Microrrelato

Nunca, en su larga vida de caminante, se había encontrado con dos canes a la vez.
-Tal vez uno de vosotros quiera ser mi perro- les dijo.- Al otro le apedrearé hasta que salga de la ciudad.
El primero comenzó a ladrar y a saltar a su alrededor.
-Me gusta tu tozudez, dijo al otro perro: no has ladrado para salvarte del peligro, a ti te elijo.
-No ladré porque no me importan tus amenazas, pero no voy a servirte como un chucho vulgar, fui parido para más altas empresas.
El hombre se agachó y cogió dos cantos pesados.
-Olvida tus piedras, no tienen ningún poder sobre mí- dijo el perro, pero se equivocaba.

miércoles, 16 de febrero de 2011

En Agua

Aguaste el fuego,
Porque el amor
Cuando es sin voz
Muere en silencio.

dueña del arma
que de un tacón
mi corazón
dejó en las brasas.

ángel nocturno.
Mujer en flor
Se fue el amor:
observa el humo.

martes, 15 de febrero de 2011

Entre tu Luz y tus Labios

No quiero llegar a viejo
Feliz, pero solitario;
Sino perdido en tus besos,
Entre tu luz y tus labios.

Un día con dos mil lunas
perdí, aunque no lo supiera,
la fuerza contra tu espesura,
la furia ante tu belleza.

Sentado te sigo los pasos,
Perdido te suelo encontrar,
Ausente te siento, te canto
Con labios mojados en sal.

La calma no pise nunca
El manantial de cariño.
Quiéreme, forma de duna,
Aviéntate en mi camino.

martes, 1 de febrero de 2011

La Lavadora. Teatro Breve.

Una habitación oscura. Es de noche. Eusebio coloca los pantalones sobre una silla. Se escucha el ruido de la puerta. Entra alguien.

EUSEBIO.- ¿Quién es usted? ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
LADRÓN.- La llave estaba en la puerta. No tuve más que girar.
EUSEBIO.- Sí, eso es cierto. A veces me ocurre. Pero aún no me ha dicho quién es.
LADRÓN.- Un vecino, no tiene que alarmarse.
EUSEBIO.- ¿Un vecino? ¿Se cree que no he leído las líneas de arriba? Usted es un ladrón.
LADRÓN.- Claro, claro. Vengo a llevarme todo lo que tenga.

Eusebio señala el cuarto.

EUSEBIO.- Por mí puede llevarse lo que quiera. Bienes no poseo...
LADRÓN.- ¿No tiene joyas? ¿Y relojes de oro? Supongo que tampoco tendrá dinero...
EUSEBIO.- Si tuviera algo de eso ya lo habría vendido para irme a otra parte. ¿Pero usted se ha fijado qué casa ha elegido para robar?
LADRÓN.- Es mi primer robo. Elegí este barrio porque es sencillo: aquí la policía no patrulla.
EUSEBIO.- Porque no hay dinero.
LADRÓN.- Algo podré llevarme. Esos pantalones, por ejemplo.
EUSEBIO.- Lo lamento, pero son mi uniforme de trabajo.

El ladrón cierra los puños con rabia.

LADRÓN.- ¡Pues yo no me voy de aquí sin llevarme nada!
EUSEBIO.- Ahora que lo pienso, el vecino del bajo tiene una lavadora automática. Si quiere le ayudo, y así nos llevamos la trompeta de su hijo.
LADRÓN.- ¿Le gusta la música?
EUSEBIO.- ¿A mí? No. Pero al niño tampoco.

Bajan por una escalera desconchada, y llegan al bajo. El timbre cae al suelo según lo pulsan. De fondo se escucha un “do” lastimoso, casi cruel, de trompeta.

EUSEBIO.- (en voz baja, al ladrón) Y esto sin pulsar un solo pistón, imagine cuando intenta hacer escalas.

Se abre la puerta. Sale un vecino refunfuñando.

VECINO.- Otra vez el timbre.

Lo levanta y lo pone en su sitio.

VECINO.- Usted es vecino, ¿no?- Eusebio asiente- ¿y qué quería?
EUSEBIO.- Será mejor que pasemos.

Entran en la casa. Sobre el sofá, brillante, la trompeta, con todo incluido: los tres pistones y el sonido desagradable en su interior. El vecino espera a que hablen los visitantes.

LADRÓN.- Buenos días. ¡Qué hermoso día hace, eh! Pero qué bello, qué agradable, qué lúcido, qué...
VECINO.- ¿Qué quiere?
EUSEBIO.- Que necesito una lavadora automática, y he venido a robarle la suya.
VECINO.- ¡Valiente imbécil! Ni hablar.
LADRÓN.- Ya te dije que no querría.
EUSEBIO.- Insiste...
LADRÓN.- Me la voy a llevar, aunque sea a plazos.
VECINO.-  ¡Idiota!
LADRÓN.- ¿Cómo?
VECINO.- Que es usted un idiota, un zascandil.
LADRÓN.- Como siga... me va a faltar al respeto.
VECINO.- Salgan de mi casa.
LADRÓN.- Yo sólo salgo de aquí con la lavadora.
EUSEBIO.- Y dígale a su hijo que deje de asfixiar la trompeta.
VECINO.- ¿Hijo? Yo no tengo hijos. La trompeta la toco yo. Y si no le gusta se va a vivir a otra parte.

El ladrón decide actuar.

LADRÓN.- Voy a coger la lavadora.

Ninguno de los dos le escucha.

EUSEBIO.- ¡Ya está bien con la trompeta!

Se abalanza sobre ella, y la sujeta a la vez que su dueño.

LADRÓN.- ¿Alguien me dice cómo se saca el enchufe?

El ladrón arrastra la lavadora por el comedor, mientras los dos vecinos tiran del  instrumento. Sale a la calle. Mete la lavadora en la furgoneta. Cuando arranca, la trompeta cae desde una ventana y le golpea en la cabeza, dejándole inconsciente.